Elecciones en Brasil: escenarios posibles para los cuatro años que vienen

En la recta final de la elección presidencial de Brasil, Lula Da Silva y Jair Bolsonaro profundizaron sus discursos de campaña y hablaron al electorado con promesas de gestión.

Brasil decide entre Lula Da Silva y Jair Bolsonaro en la segunda vuelta electoral de las elecciones presidenciales. En un contexto de polarización extrema, ambos candidatos profundizaron sus discursos de campaña y hablaron al electorado con promesas de gestión.

La primera vuelta tuvo como ganador al expresidente y líder del Partido de los Trabajadores (PT), quien obtuvo obtuvo el 48,35% de los votos, superando por más de cinco puntos al 43,26% obtenido por el presidente actual y candidato del Partido Republicano.

Aunque no definieron al próximo presidente, los comicios del 2 de octubre delinearon la conformación de las cámaras del Congreso brasileño y las gobernaciones de 27 estados. Bolsonaro salió favorecido en ambas.

Siguiendo esa tendencia, las últimas encuestras previas al balotaje señalaron que la ventaja de Lula se achicó a 49% contra 45%. En ese marco, y ante un aumento sostenido de la violencia política en el país en el mes electoral, ambos líderes ajustaron propuestas políticas de cara a los próximos cuatro años.

Un nuevo mandato de Lula

Desde su victoria en primera vuelta, Lula Da Silva basó la recta final de su campaña en dos ejes principales para conquistar al electorado en disputa.

Por un lado, defenderse de la campaña de desprestigio montada a través de fake news por su adversario y, por otro, mostrar un perfil moderado para un eventual regreso al poder. Para esto último, prometió que de ser electo no intentará una reelección en 2026.

En esa línea, señaló que un gobierno del PT no se limitará a la identidad e impronta de ese partido, vinculado históricamente al poder sindical. En caso de ser gobierno, contemplaría una participación más amplia de sus aliados, que incluyen a partidos de centroderecha y sectores del establishment económico.

Durante uno de sus últimos actos de campaña, Lula propuso "hacer un gobierno que vaya más allá del PT" y que sea "del pueblo brasileño".

Más allá de esto, una tercera presidencia de Lula se vería condicionada por la fuerte presencia bolsonarista en el Congreso y en los gobiernos estatales, sin mencionar la amenaza de una resistencia violenta al resultado electoral, lo cual se materializó durante la campaña. 

Bolsonaro se apoya en las fuerzas de seguridad

Bolsonaro obtuvo un resultado alentador en primera vuelta y un posterior crecimiento de la adhesión en las encuestas para el balotaje.

Sostenido por esos indicadores, el presidente brasileño remarcó su cuestionamiento al Tribunal Superior Electoral (TSE) y no pronunció que aceptaría el resultado de la segunda vuelta electoral.

Por otra parte, lanzó una serie de 22 propuestas de gobierno con fuerte énfasis en medidas de seguridad, endurecimiento de penas, retroceso de derechos reproductivos y economía de libre mercado.

A través de discursos y acciones judiciales contra el TSE, Bolsonaro instaló la idea de una "tercera vuelta", que iniciaría en caso de una victoria de Lula este 30 de octubre. En ese marco, dos sucesos de violencia con protagonismo de referentes bolsonaristas encendieron la alarma por conflictos posibles ante el resultado.

El primero tuvo lugar una semana antes del balotaje, cuando el exdiputado de ultraderecha Roberto Jefferson se atrincheró en su casa luego de disparar con fusil y lanzar granadas y herir a dos policías. Los efectivos lo buscaban por orden del Supremo Tribunal Federal, dado que Jefferson había incumplido su prisión domicilaria.

Una semana después, horas antes de la elección, la diputada bolsonarista Carla Zambelli fue filmada apuntando su pistola automática contra un simpatizante de Lula.