El "Polaco" Goyeneche, la voz del tango

El cantor del barrio de Saavedra es una leyenda de la música popular argentina y su influencia se prolonga en el tiempo, hasta el presente.
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Víctor Hugo Morales y su pasión por Piazzolla

La periodista María Seoane creó el libro "Momentos", un homenaje literario al significado cultural del músico Astor Piazzolla. Víctor Hugo Morales no pudo resistir entrar como colaborador y probar por qué el país tendría que saber un poco más del bandoneonista que marcó un rumbo especial en el tanto argentino. Somos PM se comunicó con el periodista para preguntarle qué inspiró su pasión.

"La Argentina no se pone a la altura de lo que Piazzolla significa en materia musical y cultura", opinó Víctor Hugo Morales y explicó que está fascinado con la figura con él porque "la historia de Piazzolla es la historia de Argentina". También remarcó que una de sus cosas favoritas es dar a conocer su perfil desde el punto de vista de divulgación como manera de humanizar a la leyenda y atraer con las curiosidades que construyeron su carrera. 

Un músico que supo que el tango era su camino cuando todo indicaba que se dedicaría a la música clásica, un artista que integró el sonido de los instrumentos eléctricos y una persona que desde adolescente buscó un espacio en las milongas para tocar aunque sea de suplente: esa pasión es la que se inmortalizó e inspiró a Víctor Hugo a querer escribir sobre una figura que califica como "un personaje crítico porque no es muy popular en el país".

"Todo el mundo ejecuta la obra de Piazzolla. Oblivion debe tener más de 100 versiones en el mundo y por ahí me quedo corto. Los grandes instrumentistas de este mundo apenas conocen su referencia y se enamoran del personaje. Yo creo que la dimensión de Piazzolla nunca ha sido alcanzada por el conocimiento", dijo.

Podés ver Somos PM con Pía Slapka, Anita Sicilia y Maximiliano Legnani de lunes a viernes de 14 hs a 17 hs por IP.

La periodista María Seoane creó el libro "Momentos", un homenaje literario al significado cultural del músico Astor Piazzolla. Víctor Hugo Morales no pudo resistir entrar como colaborador y probar por qué el país tendría que saber un poco más del bandoneonista que marcó un rumbo especial en el tanto argentino. Somos PM se comunicó con el periodista para preguntarle qué inspiró su pasión.

"La Argentina no se pone a la altura de lo que Piazzolla significa en materia musical y cultura", opinó Víctor Hugo Morales y explicó que está fascinado con la figura con él porque "la historia de Piazzolla es la historia de Argentina". También remarcó que una de sus cosas favoritas es dar a conocer su perfil desde el punto de vista de divulgación como manera de humanizar a la leyenda y atraer con las curiosidades que construyeron su carrera. 

Un músico que supo que el tango era su camino cuando todo indicaba que se dedicaría a la música clásica, un artista que integró el sonido de los instrumentos eléctricos y una persona que desde adolescente buscó un espacio en las milongas para tocar aunque sea de suplente: esa pasión es la que se inmortalizó e inspiró a Víctor Hugo a querer escribir sobre una figura que califica como "un personaje crítico porque no es muy popular en el país".

"Todo el mundo ejecuta la obra de Piazzolla. Oblivion debe tener más de 100 versiones en el mundo y por ahí me quedo corto. Los grandes instrumentistas de este mundo apenas conocen su referencia y se enamoran del personaje. Yo creo que la dimensión de Piazzolla nunca ha sido alcanzada por el conocimiento", dijo.

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Horacio Ferrer: a 88 años del nacimiento del poeta del tango

Un día como hoy, hace 88 años, nacía Horacio Arturo Ferrer Ezcurra, más conocido como Horacio Ferrer. Poeta, escritor e investigador del tango rioplatense, fue el creador de grandes obras del dos por cuatro. Compositor de más de doscientas canciones, autor de poemarios y estudios del tango, fue una figura indispensable a la hora de comprender la cultura del Río de la Plata. Nacido en 1933, en Montevideo, de madre uruguaya y padre argentino, Ferrer creció en un hogar de gran cultura general. Su abuelo era poeta y su madre había conocido y admirado a Rubén Darío, Federico García Lorca y Amado Nervo. Las lecturas de estos grandes poetas universales, fueron transmitidas al joven Horacio que desarrolló un gusto refinado y romántico. 

En 1967, cuando tenía 34 años, decidió volcar sus talentos adquiridos en el Romancero canyengue, su primer libro publicado que tuvo gran repercusión debido a su lenguaje innovador en la escena tanguera. Grandes personalidades de la cultura local elogiaron el debut de su pluma: desde Aníbal Troilo, pasando por Homero Espósito, Mario Benedetti, hasta Cátulo Castillo y Astor Piazzolla. Sus giros surrealistas del lenguaje, en expresiones inventadas como "tristería" o "bandoneonía", lo pusieron a la vanguardia del tango local. Ese mismo año se radica en Buenos Aires, ciudad de la que se convertirá en símbolo, adoptando la ciudadanía argentina.

En 1969 compone junto a Piazzolla, Balada para un loco, uno de los temas más relevantes de la historia del tango. Su constantes aportes a la cultura del dos por cuatro lo llevaron a recibir el Premio Konex como uno de los cinco autores de tango más importantes de la década, en 1985. Cinco años después fundó la Academia Nacional del Tango de la República Argentina, de la que fue presidente hasta su muerte, el 21 de diciembre de 2014, a los 81 años. "Tango querido, ¿Quién te enseñó a cantar con tanta pasión?", es una de sus frases que resume su amor por la música del Río de la Plata. 

Gente que nos hace bien es una sección presentada por Maximiliano Legnani en Somos PM, que se emite por la pantalla de IP de lunes a viernes de 14 a 17, junto a Pía Slapka y Ana Sicilia.

Un día como hoy, hace 88 años, nacía Horacio Arturo Ferrer Ezcurra, más conocido como Horacio Ferrer. Poeta, escritor e investigador del tango rioplatense, fue el creador de grandes obras del dos por cuatro. Compositor de más de doscientas canciones, autor de poemarios y estudios del tango, fue una figura indispensable a la hora de comprender la cultura del Río de la Plata. Nacido en 1933, en Montevideo, de madre uruguaya y padre argentino, Ferrer creció en un hogar de gran cultura general. Su abuelo era poeta y su madre había conocido y admirado a Rubén Darío, Federico García Lorca y Amado Nervo. Las lecturas de estos grandes poetas universales, fueron transmitidas al joven Horacio que desarrolló un gusto refinado y romántico. 

En 1967, cuando tenía 34 años, decidió volcar sus talentos adquiridos en el Romancero canyengue, su primer libro publicado que tuvo gran repercusión debido a su lenguaje innovador en la escena tanguera. Grandes personalidades de la cultura local elogiaron el debut de su pluma: desde Aníbal Troilo, pasando por Homero Espósito, Mario Benedetti, hasta Cátulo Castillo y Astor Piazzolla. Sus giros surrealistas del lenguaje, en expresiones inventadas como "tristería" o "bandoneonía", lo pusieron a la vanguardia del tango local. Ese mismo año se radica en Buenos Aires, ciudad de la que se convertirá en símbolo, adoptando la ciudadanía argentina.

En 1969 compone junto a Piazzolla, Balada para un loco, uno de los temas más relevantes de la historia del tango. Su constantes aportes a la cultura del dos por cuatro lo llevaron a recibir el Premio Konex como uno de los cinco autores de tango más importantes de la década, en 1985. Cinco años después fundó la Academia Nacional del Tango de la República Argentina, de la que fue presidente hasta su muerte, el 21 de diciembre de 2014, a los 81 años. "Tango querido, ¿Quién te enseñó a cantar con tanta pasión?", es una de sus frases que resume su amor por la música del Río de la Plata. 

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El artista que resignificó el tango

El tango no encontró a Rubén Juárez, sino que fue al revés. El famoso músico de aquel bandoneón blanco no había nacido en la época en la que el clásico porteño estaba en auge. La juventud de los '60 ya lo calificaba de viejo, apolillado, eso que escuchaban los abuelos que añoraban los tiempos de su infancia. Juárez nació en 1947 en Córdoba, aunque luego se mudó a Avellaneda, en el sur del Gran Buenos Aires. Mientras su familia lo veía como un erudito del bandoneón que tocaba ya a los 9 años, el joven escuchaba lo que sonaba en la época.

¿Había tango? No, existía el boogie y el twist. A los 16 años aprovechó que la guitarra era un instrumento más fácil con el que también podía explotar su voz. Bajo el seudónimo de Jimmy Williams formó "The Black Coats", un conjunto juvenil de rock que debutó en Radio El Mundo presentados por María Moreno y Silvio Soldán.

Hasta que un día en el club Cramer de Avellaneda escuchó cantar a Julio Sosa. "Para qué. Arrancó con el 'Pido permiso, este tango habla por mi. ¡Ay papá, qué animal!", contó Juárez en una entrevista. Ese día llegó a su casa y le anunció a su familia que quería ser cantor de tango. Sin dudas, la escena se sorprendió muchísimo con la integración; después de todo, no era usual que un chico de veinte años se interesara en un género tradicional. El paradigma juvenil se había vuelto el enemigo de esa música que escuchaban "los padres", pero el amor y el impacto que le había causado Sosa fue mayor que cualquier tendencia.

La primera vez que lo escuchó, Aníbal Troilo supo que Rubén tenía algo que llevaría adelante al género. Se ofreció rápidamente a apadrinarlo y bajo su ala se hizo conocido en los boliches tangueros. Con su actuación en Caño 14, un local legendario dedicado a esta música, comenzó a sacudir las concepciones de un género que olfateaba su retorno. En 1973, la Asociación de Comentaristas de Tango lo consagró como el mejor intérprete y artista del año con tan solo 26 años.

El mundo se convirtió en una ruta de viajes donde el tango sostenía la brújula. Visitó y llevó su 2x4 por Perú, Venezuela, Estados Unidos, Colombia y Francia. Aunque grabó una gran cantidad de discos, el fenómeno del "Negro" Juárez era en vivo. Inclusive conquistó a Charly García, una vez que pasó por Carlos Paz luego de un Cosquín Rock.

El 31 de mayo de 2010, a sus 62 años, Rubén Juárez dejó este mundo a causa de cáncer de próstata. El músico, el erudito, el aventurero que volvió a darle vida al tango, fue el apóstol que logró catapultar al género a los oyentes del siglo XXI. 

Gente que nos hace bien es una sección presentada por Maximiliano Legnani en Somos PM, que se emite por la pantalla de IP de lunes a viernes de 14 a 17, junto a Pía Slapka y Ana Sicilia.

 

El tango no encontró a Rubén Juárez, sino que fue al revés. El famoso músico de aquel bandoneón blanco no había nacido en la época en la que el clásico porteño estaba en auge. La juventud de los '60 ya lo calificaba de viejo, apolillado, eso que escuchaban los abuelos que añoraban los tiempos de su infancia. Juárez nació en 1947 en Córdoba, aunque luego se mudó a Avellaneda, en el sur del Gran Buenos Aires. Mientras su familia lo veía como un erudito del bandoneón que tocaba ya a los 9 años, el joven escuchaba lo que sonaba en la época.

¿Había tango? No, existía el boogie y el twist. A los 16 años aprovechó que la guitarra era un instrumento más fácil con el que también podía explotar su voz. Bajo el seudónimo de Jimmy Williams formó "The Black Coats", un conjunto juvenil de rock que debutó en Radio El Mundo presentados por María Moreno y Silvio Soldán.

Hasta que un día en el club Cramer de Avellaneda escuchó cantar a Julio Sosa. "Para qué. Arrancó con el 'Pido permiso, este tango habla por mi. ¡Ay papá, qué animal!", contó Juárez en una entrevista. Ese día llegó a su casa y le anunció a su familia que quería ser cantor de tango. Sin dudas, la escena se sorprendió muchísimo con la integración; después de todo, no era usual que un chico de veinte años se interesara en un género tradicional. El paradigma juvenil se había vuelto el enemigo de esa música que escuchaban "los padres", pero el amor y el impacto que le había causado Sosa fue mayor que cualquier tendencia.

La primera vez que lo escuchó, Aníbal Troilo supo que Rubén tenía algo que llevaría adelante al género. Se ofreció rápidamente a apadrinarlo y bajo su ala se hizo conocido en los boliches tangueros. Con su actuación en Caño 14, un local legendario dedicado a esta música, comenzó a sacudir las concepciones de un género que olfateaba su retorno. En 1973, la Asociación de Comentaristas de Tango lo consagró como el mejor intérprete y artista del año con tan solo 26 años.

El mundo se convirtió en una ruta de viajes donde el tango sostenía la brújula. Visitó y llevó su 2x4 por Perú, Venezuela, Estados Unidos, Colombia y Francia. Aunque grabó una gran cantidad de discos, el fenómeno del "Negro" Juárez era en vivo. Inclusive conquistó a Charly García, una vez que pasó por Carlos Paz luego de un Cosquín Rock.

El 31 de mayo de 2010, a sus 62 años, Rubén Juárez dejó este mundo a causa de cáncer de próstata. El músico, el erudito, el aventurero que volvió a darle vida al tango, fue el apóstol que logró catapultar al género a los oyentes del siglo XXI. 

Gente que nos hace bien es una sección presentada por Maximiliano Legnani en Somos PM, que se emite por la pantalla de IP de lunes a viernes de 14 a 17, junto a Pía Slapka y Ana Sicilia.

 

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Aníbal Troilo, el bandoneón mayor de la porteñidad al palo

El 18 de mayo del año 1975, hace 46 años, murió la leyenda del tango Anibal Troilo, "Pichuco" para todos los tiempos. Bandoneonista, compositor y director de orquesta, fue, es mucho más que eso. La sabiduría popular y el ruido mediático a su alrededor -que existía, en la medida de su tiempo- lo bautizaron como “el bandoneón mayor de Buenos Aires”. Una figura retórica que sin embargo, no alcanza para definir su porteñidad al palo.  

Su estilo resumía personalidad y sentimiento. Como director de orquesta cultivó un estilo clásico de tango, sin efectismos ni desbordes demagógicos. No los necesitaba. Además de ejecutante del bandoneón fue un inspirado compositor, creador de temas que perduran -lo mismo que sus versiones de obras ajenas- como clásicos de todos los tiempos. Los tangos con música de Troilo en sus distintas asociaciones con letristas como Homero Manzi, Cátulo Castillo, Enrique Cadícamo y José María Contursi, conforman parte importante la banda de sonido de la Ciudad de Buenos Aires. “Barrio de tango”, “Che bandoneón”, “Sur”, “Romance de barrio”, “Desencuentro”, “La última curda”, “María”, “Garúa”, “Pa’ que bailen los muchachos” y “Discepolín” entre otros.

Apadrinó a un joven bandoneonista marplatense que había pasado su infancia en Nueva York y lo incorporó a su orquesta cuando Astor Piazzolla -de él se trata- tenía apenas 19 años. Además de bandoneón de fila, Astor fue su arreglador y ocasional pianista Y junto a Troilo, jugó un papel trascendental en el apogeo del tango en las dos siguientes décadas. No fue una convivencia fácil: Troilo ayudó a la expansión de Piazzolla, pero también recortó su vuelo para ceñirlo a los límites de su estilo estrictamente clásico. Se pelearon, luego se reconciliaron, siempre se admiraron mutuamente. Pero esa es otra historia. 

Formó una dupla emblemática con Roberto “Polaco” Goyeneche. "Bandoneón arrabalero" (1956) fue la primera de más de 50 grabaciones que hicieron juntos. Los registros de “La última curda”, “Garúa”, “Sur”, “En esta tarde gris” y “Toda mi vida” entre otros, integran el libro de canciones canónico de la historia del tango.

Ya era un mito en vida, cuando murió a los 60 años en 1975, el año en que su querido River Plate rompió la maldición de los 18 años sin campeonatos. Murió en el Hospital Italiano, a causa de un derrame cerebral y varios paros cardíacos. Se encuentra sepultado en el Rincón de los Notables del cementerio de la Chacarita, una especie de edificio-monumento con forma de bandoneón que -aún en su extrañeza arquitectónica- hace honor a su leyenda.

 

El 18 de mayo del año 1975, hace 46 años, murió la leyenda del tango Anibal Troilo, "Pichuco" para todos los tiempos. Bandoneonista, compositor y director de orquesta, fue, es mucho más que eso. La sabiduría popular y el ruido mediático a su alrededor -que existía, en la medida de su tiempo- lo bautizaron como “el bandoneón mayor de Buenos Aires”. Una figura retórica que sin embargo, no alcanza para definir su porteñidad al palo.  

Su estilo resumía personalidad y sentimiento. Como director de orquesta cultivó un estilo clásico de tango, sin efectismos ni desbordes demagógicos. No los necesitaba. Además de ejecutante del bandoneón fue un inspirado compositor, creador de temas que perduran -lo mismo que sus versiones de obras ajenas- como clásicos de todos los tiempos. Los tangos con música de Troilo en sus distintas asociaciones con letristas como Homero Manzi, Cátulo Castillo, Enrique Cadícamo y José María Contursi, conforman parte importante la banda de sonido de la Ciudad de Buenos Aires. “Barrio de tango”, “Che bandoneón”, “Sur”, “Romance de barrio”, “Desencuentro”, “La última curda”, “María”, “Garúa”, “Pa’ que bailen los muchachos” y “Discepolín” entre otros.

Apadrinó a un joven bandoneonista marplatense que había pasado su infancia en Nueva York y lo incorporó a su orquesta cuando Astor Piazzolla -de él se trata- tenía apenas 19 años. Además de bandoneón de fila, Astor fue su arreglador y ocasional pianista Y junto a Troilo, jugó un papel trascendental en el apogeo del tango en las dos siguientes décadas. No fue una convivencia fácil: Troilo ayudó a la expansión de Piazzolla, pero también recortó su vuelo para ceñirlo a los límites de su estilo estrictamente clásico. Se pelearon, luego se reconciliaron, siempre se admiraron mutuamente. Pero esa es otra historia. 

Formó una dupla emblemática con Roberto “Polaco” Goyeneche. "Bandoneón arrabalero" (1956) fue la primera de más de 50 grabaciones que hicieron juntos. Los registros de “La última curda”, “Garúa”, “Sur”, “En esta tarde gris” y “Toda mi vida” entre otros, integran el libro de canciones canónico de la historia del tango.

Ya era un mito en vida, cuando murió a los 60 años en 1975, el año en que su querido River Plate rompió la maldición de los 18 años sin campeonatos. Murió en el Hospital Italiano, a causa de un derrame cerebral y varios paros cardíacos. Se encuentra sepultado en el Rincón de los Notables del cementerio de la Chacarita, una especie de edificio-monumento con forma de bandoneón que -aún en su extrañeza arquitectónica- hace honor a su leyenda.

 

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Homero Manzi: el encanto nostálgico del tango

Homero Nicolás Manzione murió el 3 de mayo de 1951. Dejó como legado una vida de brillante poeta urbano, un comprometido militante social y político. Dejó también las letras de los tangos "Malena" (música de Lucio Demare), “El último organito” (música firmada por su hijo Acho) y por supuesto clásicos del género como “Sur”, “Barrio de Tango”, “Discepolín” y "Ché Bandoneón" asociado con su gran amigo, el legendario bandoneonista Aníbal “Pichuco” Troilo

En todos ellos y otros tantos clásicos de la música porteña de mediados del siglo XX, marcó la huella de su poesía -aunque como tal, no publicó ningún libro de poesías. El vehículo de sus palabras escritas fue siempre la canción, desde los motivos camperos hasta la música urbana, en la que alcanzó su mayor realización. Así ganó inmensa popularidad, pero nunca renunció a su estilo: jugó con la metáfora y rozó el surrealismo pero no complejizó su lenguaje ni tampoco apeló al lunfardo. El compromiso popular de su obra estaba por encima.

En la nostalgia de sus imágenes, residía el principal encanto de su verba: a través de ese estilo, arrojó una mirada plena de ternura y compasión de su infancia, sus recuerdos de los amigos, las calles de su barrio. El tango “Sur” (1948), clásico de la música popular argentina de todos los tiempos, es su obra suprema.

Homero Nicolás Manzione había nacido el 1° de noviembre de 1907 en Añatuya, Santiago del Estero. Fue el sexto de los ocho hijos del agricultor Luis Manzione y su esposa uruguaya Angela Prestera. A los siete años, Homero fue enviado a Buenos Aires al cuidado de su hermano Luis. Realizó sus estudios primarios en el Colegio Luppi del barrio de Pompeya. Luego se recibió de profesor de Castellano y Literatura, y como tal, dio clases en los colegios nacionales Mariano Moreno y Domingo Faustino Sarmiento. Gran parte de su vida transcurrió entre Pompeya y Boedo, allí conoció lugares y personajes que luego brillantemente describió en sus inolvidables tangos

Maxi Legnani encabeza 'Gente que nos hace bien', una sección de "Somos PM", co-conducido con Pía Slapka y Ana Sicilia de lunes a viernes de 14 a 17 hs.

 

Homero Nicolás Manzione murió el 3 de mayo de 1951. Dejó como legado una vida de brillante poeta urbano, un comprometido militante social y político. Dejó también las letras de los tangos "Malena" (música de Lucio Demare), “El último organito” (música firmada por su hijo Acho) y por supuesto clásicos del género como “Sur”, “Barrio de Tango”, “Discepolín” y "Ché Bandoneón" asociado con su gran amigo, el legendario bandoneonista Aníbal “Pichuco” Troilo

En todos ellos y otros tantos clásicos de la música porteña de mediados del siglo XX, marcó la huella de su poesía -aunque como tal, no publicó ningún libro de poesías. El vehículo de sus palabras escritas fue siempre la canción, desde los motivos camperos hasta la música urbana, en la que alcanzó su mayor realización. Así ganó inmensa popularidad, pero nunca renunció a su estilo: jugó con la metáfora y rozó el surrealismo pero no complejizó su lenguaje ni tampoco apeló al lunfardo. El compromiso popular de su obra estaba por encima.

En la nostalgia de sus imágenes, residía el principal encanto de su verba: a través de ese estilo, arrojó una mirada plena de ternura y compasión de su infancia, sus recuerdos de los amigos, las calles de su barrio. El tango “Sur” (1948), clásico de la música popular argentina de todos los tiempos, es su obra suprema.

Homero Nicolás Manzione había nacido el 1° de noviembre de 1907 en Añatuya, Santiago del Estero. Fue el sexto de los ocho hijos del agricultor Luis Manzione y su esposa uruguaya Angela Prestera. A los siete años, Homero fue enviado a Buenos Aires al cuidado de su hermano Luis. Realizó sus estudios primarios en el Colegio Luppi del barrio de Pompeya. Luego se recibió de profesor de Castellano y Literatura, y como tal, dio clases en los colegios nacionales Mariano Moreno y Domingo Faustino Sarmiento. Gran parte de su vida transcurrió entre Pompeya y Boedo, allí conoció lugares y personajes que luego brillantemente describió en sus inolvidables tangos

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100 años de Piazzolla, un tesoro nacional

Se cumplen 100 años del nacimiento de Astor Pantaleón Piazzolla, un 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata. Sus padres fueron “Nonino” y “Nonina”, Vicente Piazzolla y Asunta Manetti. Astor se llamó Astor por Astor Bolognini, un amigo de su padre, que había sido primer cello en la Orquesta Sinfónica de Chicago, y Pantaleón por su abuelo paterno.

Piazzolla es el hombre que rompió los límites de aquello que Discépolo definió como un “pensamiento triste que se baila”: el tango. El genial músico, el cascarrabias sempiterno, el seductor vitalicio. El autor de varias de las canciones más hermosamente tristes de la música popular argentina, capaz de proyectarse al mundo en dos o tres acordes.

Pensar en “Adios Nonino”, “Libertango” y “Años de soledad” como muestras-botón, apenas, invita a la experiencia íntima de una dulce melancolía que no distingue de tiempo ni lugar. Pese a eso, Piazzolla es un tesoro nacional: si el aeropuerto de Río de Janeiro se llama “Antonio Carlos Jobim”, el de Buenos Aires debería llamarse “Astor Piazzolla”.

 

Se cumplen 100 años del nacimiento de Astor Pantaleón Piazzolla, un 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata. Sus padres fueron “Nonino” y “Nonina”, Vicente Piazzolla y Asunta Manetti. Astor se llamó Astor por Astor Bolognini, un amigo de su padre, que había sido primer cello en la Orquesta Sinfónica de Chicago, y Pantaleón por su abuelo paterno.

Piazzolla es el hombre que rompió los límites de aquello que Discépolo definió como un “pensamiento triste que se baila”: el tango. El genial músico, el cascarrabias sempiterno, el seductor vitalicio. El autor de varias de las canciones más hermosamente tristes de la música popular argentina, capaz de proyectarse al mundo en dos o tres acordes.

Pensar en “Adios Nonino”, “Libertango” y “Años de soledad” como muestras-botón, apenas, invita a la experiencia íntima de una dulce melancolía que no distingue de tiempo ni lugar. Pese a eso, Piazzolla es un tesoro nacional: si el aeropuerto de Río de Janeiro se llama “Antonio Carlos Jobim”, el de Buenos Aires debería llamarse “Astor Piazzolla”.

 

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¿Quién fue Eladia Blázquez, la mejor compositora de tangos?

Un 24 de febrero pero de 1931 nacía en Avellaneda la tanguera Eladia Blázquez. Letrista, poeta, pianista, compositora y cantante, se consolidó como artista a finales del siglo XX, siendo una de las pocas mujeres reconocidas en el circuito tanguero.

Hija de inmigrantes españoles, comenzó su carrera poniéndole voz al repertorio popular español. Fue recién en 1970 que lanzó su primer disco de tango, con el sello RCA Víctor: “Buenos Aires y yo”, que incluyó éxitos como “Sueños de barrilete” y “Mi ciudad y mi gente”, que ganó el Festival de la Canción de Buenos Aires en ese año.

Blázquez publicó otros doce discos y así se convirtió en una de las compositoras, sino la más importante, de las canciones porteñas de las últimas décadas del siglo pasado; incluso se ganó el apodo de “la Discépolo con falda”. La tanguera fue declarada Ciudadana Ilustre de CABA en 1992, e Hija Dilecta de Avellaneda en 1988. Recibió el Premio Konex de platino en 1995 y 2005, como mejor compositora de tangos.
 

Un 24 de febrero pero de 1931 nacía en Avellaneda la tanguera Eladia Blázquez. Letrista, poeta, pianista, compositora y cantante, se consolidó como artista a finales del siglo XX, siendo una de las pocas mujeres reconocidas en el circuito tanguero.

Hija de inmigrantes españoles, comenzó su carrera poniéndole voz al repertorio popular español. Fue recién en 1970 que lanzó su primer disco de tango, con el sello RCA Víctor: “Buenos Aires y yo”, que incluyó éxitos como “Sueños de barrilete” y “Mi ciudad y mi gente”, que ganó el Festival de la Canción de Buenos Aires en ese año.

Blázquez publicó otros doce discos y así se convirtió en una de las compositoras, sino la más importante, de las canciones porteñas de las últimas décadas del siglo pasado; incluso se ganó el apodo de “la Discépolo con falda”. La tanguera fue declarada Ciudadana Ilustre de CABA en 1992, e Hija Dilecta de Avellaneda en 1988. Recibió el Premio Konex de platino en 1995 y 2005, como mejor compositora de tangos.
 

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El cantautor que intenta ser el vínculo entre Cerati y Goyeneche

Nicolás "Cucuza" Castiello es un tanguero que nació en una época poco propicia para ese género musical. De hecho, el '69 era el pivote del intercambio entre el rock nacional y el tango, donde la dialéctica natural de los géneros musicales juveniles habilitó como cultura pop a Almendra, Sui Generis y Pescado Rabioso.

Pero a pesar de esto, Cucuza como niño siempre estuvo expuesto al tango. El contagio entre ambos aspectos musicales era de todas maneras inevitable: "mientras yo escuchaba tango de muy chiquito, él (refiréndose a su hermano) escuchaba Alemendra, escuchaba los Beatles, escuchaba Deep Purple, cosas de Charly obviamente. Para mi se me hizo un ejercicio espontáneo o natural el poder escuchar tranquilamente las dos músicas".

Y esa exploración intergeneracional es lo que convocó la síntesis del tango de Cucuza. "Cuando fui grande, como tanguero empecé a encontrarle muchas cosas en común al rock nacional. Obviamente junto al folklore, el tango y el rock nacional son una muestras muy claras de lo porteño", reflexiona el músico oriundo de Villa Ortúzar.

En esta filosofía encara el "Nostalgias" un ciclo de presentaciones híbridas, entre lo presencial y digital, que lleva a cabo con Hernán Casciari. Según lo define, allí encuentran el espíritu tanguero en temas del rock nacional: "intento yo como cantor de tango ser ese vínculo y un poquito ese puente entre Cerati y Goyeneche, Pugliese y Charly".

Podés ver Imagen Positiva con Nicolás Artusi y Paloma Bosker de lunes a viernes de 9hs a 12hs

Nicolás "Cucuza" Castiello es un tanguero que nació en una época poco propicia para ese género musical. De hecho, el '69 era el pivote del intercambio entre el rock nacional y el tango, donde la dialéctica natural de los géneros musicales juveniles habilitó como cultura pop a Almendra, Sui Generis y Pescado Rabioso.

Pero a pesar de esto, Cucuza como niño siempre estuvo expuesto al tango. El contagio entre ambos aspectos musicales era de todas maneras inevitable: "mientras yo escuchaba tango de muy chiquito, él (refiréndose a su hermano) escuchaba Alemendra, escuchaba los Beatles, escuchaba Deep Purple, cosas de Charly obviamente. Para mi se me hizo un ejercicio espontáneo o natural el poder escuchar tranquilamente las dos músicas".

Y esa exploración intergeneracional es lo que convocó la síntesis del tango de Cucuza. "Cuando fui grande, como tanguero empecé a encontrarle muchas cosas en común al rock nacional. Obviamente junto al folklore, el tango y el rock nacional son una muestras muy claras de lo porteño", reflexiona el músico oriundo de Villa Ortúzar.

En esta filosofía encara el "Nostalgias" un ciclo de presentaciones híbridas, entre lo presencial y digital, que lleva a cabo con Hernán Casciari. Según lo define, allí encuentran el espíritu tanguero en temas del rock nacional: "intento yo como cantor de tango ser ese vínculo y un poquito ese puente entre Cerati y Goyeneche, Pugliese y Charly".

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