Aníbal Troilo, el bandoneón mayor de la porteñidad al palo

El 18 de mayo del año 1975, hace 46 años, murió la leyenda del tango Anibal Troilo, "Pichuco" para todos los tiempos. Bandoneonista, compositor y director de orquesta, fue, es mucho más que eso. La sabiduría popular y el ruido mediático a su alrededor -que existía, en la medida de su tiempo- lo bautizaron como “el bandoneón mayor de Buenos Aires”. Una figura retórica que sin embargo, no alcanza para definir su porteñidad al palo.  

Su estilo resumía personalidad y sentimiento. Como director de orquesta cultivó un estilo clásico de tango, sin efectismos ni desbordes demagógicos. No los necesitaba. Además de ejecutante del bandoneón fue un inspirado compositor, creador de temas que perduran -lo mismo que sus versiones de obras ajenas- como clásicos de todos los tiempos. Los tangos con música de Troilo en sus distintas asociaciones con letristas como Homero Manzi, Cátulo Castillo, Enrique Cadícamo y José María Contursi, conforman parte importante la banda de sonido de la Ciudad de Buenos Aires. “Barrio de tango”, “Che bandoneón”, “Sur”, “Romance de barrio”, “Desencuentro”, “La última curda”, “María”, “Garúa”, “Pa’ que bailen los muchachos” y “Discepolín” entre otros.

Apadrinó a un joven bandoneonista marplatense que había pasado su infancia en Nueva York y lo incorporó a su orquesta cuando Astor Piazzolla -de él se trata- tenía apenas 19 años. Además de bandoneón de fila, Astor fue su arreglador y ocasional pianista Y junto a Troilo, jugó un papel trascendental en el apogeo del tango en las dos siguientes décadas. No fue una convivencia fácil: Troilo ayudó a la expansión de Piazzolla, pero también recortó su vuelo para ceñirlo a los límites de su estilo estrictamente clásico. Se pelearon, luego se reconciliaron, siempre se admiraron mutuamente. Pero esa es otra historia. 

Formó una dupla emblemática con Roberto “Polaco” Goyeneche. "Bandoneón arrabalero" (1956) fue la primera de más de 50 grabaciones que hicieron juntos. Los registros de “La última curda”, “Garúa”, “Sur”, “En esta tarde gris” y “Toda mi vida” entre otros, integran el libro de canciones canónico de la historia del tango.

Ya era un mito en vida, cuando murió a los 60 años en 1975, el año en que su querido River Plate rompió la maldición de los 18 años sin campeonatos. Murió en el Hospital Italiano, a causa de un derrame cerebral y varios paros cardíacos. Se encuentra sepultado en el Rincón de los Notables del cementerio de la Chacarita, una especie de edificio-monumento con forma de bandoneón que -aún en su extrañeza arquitectónica- hace honor a su leyenda.