A 80 años de la muerte de Roberto Arlt: quién era el "enfant terrible" de la literatura argentina

El escritor novelista, periodista, cuentista y dramaturgo murió el 26 de julio de 1942, a los 42 años. Su humor, ironía y sensibilidad dejaron una vasta producción literaria clave en el relato del siglo XX.

"Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte", es una de las frases más reconocidas del escritor argentino Roberto Arlt. Figura central de la literatura rioplatense del SXX, fue uno de los primeros en entender la escritura como un oficio en su múltiple rol de periodista, cronista, novelista y narrador.

A pesar de su temprana muerte a los 42 años, el 26 de julio de 1942, de la que se cumple su 80 aniversario, el legado de Artl dentro del campo literario latinoamericano resulta inmenso.

El autor proletario

Presentado a sí mismo como un autor proletario, Arlt escribía desde el vértigo de las redacciones "en condiciones bastante desfavorables" como dice en el prólogo a Los Lanzallamas, una de sus novelas más reconocidas.

Escribir, escribir y escribir, "sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal", esa pulsión lo convirtió en un escritor maldito, que denostaba los salones literarios y la escritura meditada por la comodidad burguesa.

"Se dice de mí que escribo mal. Es posible", decía frente a las críticas de sus contemporáneos que consideraban a su prosa sucia y poco distinguida. Sin embargo, en esa inminencia residía su genio, demostrado en más de 2 mil aguafuertes escritas para El Mundo, diario en el que trabajó hasta su inesperada muerte, de un paro cardíaco.

"No tendría dificultad en citar a gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de sus familias", replicó a los críticos desde sus aguafuertes porteñas.  

Un gringo de Boedo

Poco mencionado por sus pares y denostado por ser un gringo de Boedo hijo de inmigrantes no españoles, Artl no tenía esa relación natural con la lengua castellana que elogiaban los martinfierristas como Jorge Luis Borges. 

"Yo no soy un escritor que inventa, soy un inventor que escribe", fue otra de sus frases en las que parecía defenderse de las miradas altivas de sus contemporáneos. Esa extraña conjunción con el lenguaje en la Buenos Aires de principios de SXX lo volvió una rara avis en el campo literario y lo mantuvo en un margen que supo explotar como pocos. 

Con textos urgentes, brutales y dotados de un tipo de construcción sintáctica que desafiaba cualquier regla académica, Arlt escribió cuatro novelas esenciales: El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929), Los lanzallamas (1931) y El amor brujo (1932). 

Las aguafuertes porteñas 

Si bien el estilo arltiano fue reconocido de manera exponencial luego de su muerte, fueron las aguafuertes porteñas las que le dieron reconocimiento. Publicadas desde el diario El Mundo a partir de 1928, Arlt rescata un género calificado como menor por el canon y allí explota todo su "desprejuicio estético, ideológico y moral", en palabras del crítico Martín Prieto.

En esta línea, retoma las características del costumbrismo, un género periodístico de amplia trayectoria y pone de relieve la figura del escritor periodista. Algunos giros clásicos son sus títulos expresivos que resumen el contenido del artículo, personajes genéricos caricaturescos y la inclusión de diálogos en el habla de la calle que potencian su sentido.

Fuera del canon, la escritura de Arlt trascendió su tiempo y continúa vigente por su fuerza narrativa. "El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un cross de derecha a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y que los eunucos bufen”, son sus palabras, las que hoy resignifican continuamente su escritura.